Los residuos orgánicos que son incorporados al suelo y sufren una descomposición, modifican
propiedades del suelo como la agregación y estabilidad de los agregados, la capacidad de intercambio
catiónico (CIC) y la fertilidad del mismo. La mineralización o descomposición de la materia orgánica
se define como el proceso que permite transformar los compuestos orgánicos en nutrimentos
disponibles para las plantas como nitrógeno, fósforo y otros (Steubing et al., 2001), la cual es
detectable como máximo hasta treinta días posteriores a la incorporación de los materiales orgánicos
en el suelo. Algunos autores como Ajwa et al. (1999) mencionan que la actividad biológica del suelo
influye en su fertilidad, por lo que, parámetros relacionados con los microorganismos como: la
producción de CO2, el carbono o el nitrógeno unido a la biomasa microbiana y la actividad de las
enzimas; forman parte de los indicadores de la fertilidad del suelo.